Nos encontramos viendo esta película ante un western poco convencional. Sí, hay ladrones de bancos, sheriffs perseguidores, indios rastreadores, desfiladeros, partida de póker... en fin, todos los elementos del western están revueltos y se muestran en el film. Pero el modo de narrar la historia, los temas sepia del principio, la transición fotografiada cuando huyen a Bolivia, los fragmentos sin música, las escenas míticas con música que roza el rock melódico... y unas interpretaciones que brillan de principio a fin son las notas características que guarda esta película.
Pero si hay algo que destaca ante todo son los dos protagonistas. Realmente parecen la encarnación vívida de dos ladrones de bancos y trenes ferroviarios. Dos cuatreros que enseguida nos son familiares e incluso simpáticos a pesar de sus tremendos crímenes. Deseando y esperando que sean capaces de superar todos los obstáculos (que no son pocos, incluida una persecución casi interminable por paisajes desérticos donde la astucia de nuestros ladrones no consigue despistar a los implacables perseguidores a los que, por cierto, nunca vemos el rostro).
Cada uno de los personajes es impecable, Redford en su papel del cuatrero ágil con las manos, gran tirador, seductor y elegante. Newman es el listo, el que planifica los golpes, de mente ágil y mirada penetrante con un humor muy peculiar y que complementa a la perfección con el sobrio Redford. Cada uno de ellos está muy bien definido y tienen personalidades y características complementarias que en la película les hace ser tan buena pareja y funciona tan bien en pantalla.
Es por ello, por lo que a pesar de contar con todos los elementos típicos del western se muestra como una película única, fresca y diferente dentro del género, tanto por algunos elementos formales como por cómo los personajes desarrollan la trama principal que incluye diferentes giros y excelentes interpretaciones.
“¿Quiénes son esos tipos?”
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